viernes, 7 de mayo de 2010

Deia se suma a la aventura

DEIA se suma a la aventura

Un redactor de este periódico formará parte de la expedición que el 17 de mayo partirá en bici de Bilbao a París recreando el trayecto que realizó El Cojo en 1910

Alain Laiseka - Sábado, 24 de Abril de 2010
 
 Bilbao

Habituado a afrontar grandes retos por puro orgullo, el chico era de Bilbao y, claro, le desbordaba esa especie de terquedad y osadía vanidosa, el gen botxero que le llevó a derribar las limitaciones que le imponían su físico -no era precisamente un modelo atlético- y la precariedad económica -conseguir una bicicleta digna para competir, no aquella de mujer que compró a unas traperas en el Campo Volantín, fue el gran obstáculo para lograr su primera licencia ciclista-, a Vicente Blanco, El Cojo, no le supuso un esfuerzo voluntarioso extraordinario alistarse en una aventura bíblica para la época. Una osadía. O una locura. Nada más y nada menos que correr el Tour de Francia, el de 1910. Se lo propuso Manuel Aranaz, amigo y mentor. Y aceptó El Cojo. Claro. Era de Bilbao.


Leyó el reglamento del Tour, aquello del ciclista que sale solo a la aventura, y lo tomó al pie de la letra. Se fue en bicicleta hasta París. 1.100 kilómetros solo. Una odisea a principios de siglo.

Cubrió el trayecto que recrearán su sobrino biznieto, Gonzalo Melero, Óscar Esteban y Dani Suñe a partir del próximo 17 de mayo, cuando partan en bicicleta desde Bilbao rumbo a París, cerca de 1.100 kilómetros, en un plazo de siete días. Una aventura a la que se sumará DEIA, pues uno de sus redactores formará parte de la expedición, completará el recorrido en bicicleta y recogerá en una especie de cuaderno de bitácora el paso de los kilómetros, la mutación paulatina del paisaje, las anécdotas, cualquier momento, un instante, un suspiro, una frase, el silencio... Todo.


No será, como decía Melero, la recreación íntegra de la gesta de El Cojo. Principalmente, porque el siglo exacto de distancia entre las dos aventuras las convierte de por sí en extrañas la una de la otra. Imposible rehacer las circunstancias que envolvieron la gesta. Por ejemplo, aquellas carreteras descarnadas, sin asfaltar en casos, que, sin embargo, no amedrentaban al bilbaino, que aseguraba años después que la bicicleta era su forma habitual de desplazarse a las carreras y que, incluso, era mejor viajar a París que a Barcelona por la calidad del pavimento. No resistía el estatal la comparación con el francés. O aquel zurrón semihueco, cargado sólo de unos pocos alimentos -insuficiente para rearmar los músculos desgastados- y la carta de recomendación para Henri Desgrange. O las bicis, claro, aquellas primeras máquinas de hierro que pesaban quién sabe cuánto. ¿Quince kilos? Una barbaridad, en todo caso. Habría que llenarse de plomo los bolsillos -parafraseando el libro de relatos sobre el Tour de Ander Izagirre, Plomo en los bolsillos-, cruzar Euskal Herria y media Francia por pistas de tierra y avanzar en llanta como El Cojo cuando desgastó las gomas, pues no llevaba recambio, para recrear fielmente aquel viaje. Imposible. La aventura, por tanto, se queda en la esfera romántica, en el elogio al espíritu indomable de Vicente Blanco, paradigma de aquellos hombres irreductibles, de aquellos ciclistas irrepetibles.

La Historia

VICENTE BLANCO "EL COJO"


100 AÑOS DE SU PARTICIPACION EN EL TOUR DE FRANCIA 1910-2010.

Por todos es bien sabido que las personas, las gestas y las vidas no desaparecen, no mueren, no caen en el olvido si alguien las mantiene vivas en su recuerdo. Este es nuestro objetivo, recordar a Vicente Blanco “El Cojo”, la primera figura con que el ciclismo vasco se dio a conocer al mundo a principios del siglo XX, siendo el primero en participar en el Tour y ganando dos veces el Campeonato de España.





Vicente Blanco nació en Deusto en 1884, en un entorno humilde. Hijo de marinero, pronto empezó a trabajar en un barco como palero en la sala de máquinas. Paleando carbón y aguantando condiciones extremas de calor se adaptó al sufrimiento y se forjó un físico duro. 


Al desembarcar en puertos extranjeros se deslumbraba al ver las primeras bicicletas y no perdía la oportunidad de alquilar una siempre que le era posible. De regreso al barco, Vicente volvía a la sala de máquinas. Rodeado de carbón y agua sucia, paleando sin descanso, su mente empezaba a navegar imaginándose subido en una flamante bicicleta, soñando en convertirse en un campeón del ciclismo.







Buscando un futuro más prospero  encontró trabajo en tierra firme, empleándose en la industria del hierro, donde mas que prosperidad halló calamidad al sufrir dos accidentes. Primero se dañó los tendones del pie izquierdo entre dos engranajes  y más tarde,  una barra de hierro candente le atravesó el pie derecho dejándole cojo.  Lesión que le aportó el sobrenombre  de “El Cojo”.



 El fatal suceso le apartó de la metalurgia y comenzó a trabajar en la ría de Bilbao como botero. Cruzando gente de una orilla a otra consiguió ahorrar algo de dinero  y comprar  su primera bicicleta a unas pobres traperas. Era una bicicleta  vieja, pesada y llena de óxido que restauró con esmero. La  desmontó pieza a  pieza, la arregló  y le sustituyó los  neumáticos carcomidos por dos pedazos de cuerda gruesa que encajaban perfectamente  en las viejas llantas.


Vicente Blanco “El Cojo” tenía su bicicleta preparada para poder entrenar y convencido de sus posibilidades se presentó con ella delante de la mismísima Federación Atlética Vizcaína, expresando su deseo de  ser campeón de ciclismo, ambición que sorprendió a todos los presentes al ver la modesta figura de aquel cojo aspirante a ciclista con esa especie de bicicleta destartalada. La osadía del Cojo solo podía ser obra de un valiente y convenció a la entidad de que  merecía una oportunidad, por lo cual fue invitado a participar en las próximas carreras ciclista y pedestre que se iban a celebrar en la céntrica Plaza Elíptica de Bilbao.


En la primera carrera iba a ser difícil que tuviese éxito con aquella bicicleta que era el hazme reír de todos los espectadores. Aquello no era competir en igualdad de condiciones y pronto vio como sus adversarios le dejaban atrás. No fue así en la carrera pedestre en la que, a pesar de su notable cojera, Vicente logró entrar segundo, cambiando esas primeras carcajadas del público por una sincera y sentida ovación.

El Cojo no se rindió, no iba abandonar el sueño de su vida, el sueño de ser ciclista a las primeras de cambio, no tenía miedo al fracaso, confiaba en sí mismo y si le prestaban una buena bicicleta no dudaría en intentarlo de nuevo.

El anuncio  de la próxima carrera que se iba a celebrar en Vitoria y  la negativa de  muchos ciclistas a participar en ella por la peligrosidad de la pista, le animaron a buscar una bicicleta competitiva y si la conseguía, obtener una nueva oportunidad para intentar demostrar su talento encima de las dos ruedas.


El Cojo logró su propósito, consiguió que le prestaran una bicicleta que nada tenía que ver con la suya y quedó tercero en la carrera celebrada en la pista del Paseo Florida de Vitoria. Para el Cojo fue algo más que un tercer puesto, se ganó el respeto entre los ciclistas de primera fila, demostró su fuerza de voluntad y su espíritu de sacrificio y fue admitido como socio en la Federación Atlética Vizcaína.


En 1906  participó en los 100 kilómetros del Campeonato de Vizcaya quedando en cuarto lugar. A pesar de cruzar la meta lejos de los primeros  demostró estar bien entrenado. Pronto  empezó a ganar carreras de poca relevancia, pequeños triunfos sucesivos que despertaron  el interés del fabricante de bicicletas Armor, que le obsequió con  una excelente máquina.  El Cojo al ver  su nueva bicicleta exclamó, “¡con ésta tiene que ser!”. Confiaba en ella para convertir sus pequeños éxitos en una gran victoria y con ella entrenaba esperando su nueva oportunidad. Ocasión  que le llego cuando la Federación Atlética Vizcaína le costeó su  participación  en el G.P. de España de fondo de 1908, que se celebraría en Gijón el 31 de Mayo pero el mal tiempo y las reparaciones de la carretera hicieron que se retrasase hasta el 5 de Junio. El Cojo pedaleó desde Bilbao  hasta la capital Asturiana, donde estuvo a punto de no poder tomar la salida debido a la indisposición que le produjo el atracón de chuletas que se había dado el día anterior, pensando que, comiendo tal cantidad,  se pondría mucho más fuerte. Fueron 100 kilómetros muy disputados, en los que tuvo que hacer esfuerzos formidables para mantenerse en carrera, superar su mal de vientre y sobreponerse a una caída producida a 30 kilómetros de meta. El Cojo venció a todos sus rivales en un final emocionante,  desfalleciéndose  tras cruzar la meta en primer lugar  con  pocos metros de ventaja sobre el segundo clasificado Esteban Espinosa. Vicente Blanco ganó el título de campeón de España y las quinientas pesetas del primer premio, pero lo importante para él era el título de campeón.


La crítica justificaba el triunfo del Cojo por las desgracias ocurridas a sus contrincantes y a la ausencia del anterior campeón José Luis Amunategui, sancionado por la Unión Velocipédica Española.
 Lejos de caer en el desánimo, entrenó para demostrar que su victoria no había sido fruto de la casualidad.


Entrados ya en el 1909, el Cojo volvió a demostrar su buen estado de forma en la importante  carrera de la época Madrid-Toledo-Madrid de 131 kilómetros. Después de sufrir una caída en la salida y varios pinchazos cruzó la meta en segundo lugar, a dos minutos del primero, ganándose una gran ovación del público,  250 pesetas, un reloj de oro y una pluma de plata.


La carrera le sirvió para preparar la gran cita de la temporada, el G.P. de España de fondo a celebrar en Valencia. El objetivo de Vicente Blanco era renovar su título de campeón, ganar a los mejores ciclistas nacionales del momento y demostrar que el campeonato de España  del año anterior lo había ganado por méritos propios.


Tomaron la salida 21 ciclistas dispuestos a recorrer los 100 kilómetros que les separaban de la gloria, 100 kilómetros bajo la lluvia, sobre un piso infernal donde Vicente Blanco demostró ser el mejor preparado. El Cojo tardó cuatro horas y un minuto en recorrer la distancia, treinta y cuatro minutos menos que el segundo clasificado. Un triunfo aplastante que no dejaba lugar a dudas. Vicente Blanco “El Cojo” ganó el título de campeón de España por  segunda vez consecutiva, título que justificaba todos sus esfuerzos y hacía realidad su sueño, convirtiéndose en un ciclista reconocido, en un ciclista campeón.


Bilbao entero se volcó para recibir a su campeón. La directiva de la Federación Atlética Vizcaína salió a su encuentro, organizó la comitiva con el Cojo al frente y recorrió todo Bilbao lentamente  recibiendo calurosos aplausos y el cariño de todo el pueblo.


Siguiendo su excelente estado de forma, ganó destacado la Irún-Pamplona-Irún, prueba de carácter internacional, victoria que alentó su sueño de participar en el Tour de Francia de 1910 y que hasta  entonces ningún ciclista vasco lo había intentado.


Los ciclistas  de nuestro país vecino, hablaban de la octava edición del tour de Francia, una carrera de 4734 kilómetros divididos en 15 etapas. Saldría el 3 de julio de 1910 desde París, recorriendo las principales ciudades de Francia y atravesando por primera vez los Pirineos de mar a mar en dos etapas: Perpiñan-Luchon (con los puertos de Port, Aspet y Ars) y la impresionante Luchon-Bayona (Peyresourde, Aspin, Tourmalet, Soulor y Aubisque). Una cuarta parte de los inscritos se retiró al saber el recorrido. Los comentarios no eran muy alentadores, pero no intimidaron  al Cojo, ciclista con una capacidad de sufrimiento tal que le diferenciaba del resto del pelotón.


Vicente Blanco revisó su bicicleta, preparó la alforja con la poca comida que pudo cargar y metió en su talega la carta de presentación que su amigo Manuel Aranaz había redactado para entregar a Desgrange, organizador de la prueba y se lanzó a la aventura de recorrer la distancia entre Bilbao y París sobre dos ruedas con la esperanza de llegar a tiempo para tomar la salida en la primera etapa de la prueba francesa, donde había dos categorías, una para los ciclistas que competían en equipos profesionales y disfrutaban de la ayuda de mecánicos y masajistas al final de las etapas, y la otra para los “isolés”, popularmente conocidos como desheredados, que salían solos a la aventura y debían buscarse la vida para comer, alojarse y repararse la bicicleta.


Los 1000 kilómetros de carreteras polvorientas, llenas de socavones y  la falta de comida no se lo pusieron fácil al Cojo, que llegó a la capital francesa el 2 de julio de 1910, un día antes de que empezara el Tour, con la bicicleta destrozada y totalmente extenuado. Sin tiempo para descansar contactó con Joaquín Rubio, un mecánico español que trabajaba en la prestigiosa fabrica de bicicletas Alcyon, el cual le proporcionó una máquina nueva y le acompañó a la sede del diario organizador, L’Auto, para formalizar la inscripción y recoger su dorsal, el 155 de los corredores “isolés”. Después cenó y descansó lo que pudo para reponer las fuerzas perdidas. Al día siguiente se levanto débil, pero allí estaba el Cojo, rodeado de los ciclistas más prestigiosos de Europa: Lapize, Faber, Cruppelandt y de otro gran “isolé”, José María Javierre, que sin llegar a conocerse, la historia les ha unido para siempre al debatirse en la actualidad cuál de ellos fue  el primer español en participar en el Tour, honor que ninguno de los dos perseguía. José María Javierre nació en Jaca. A los cuatro años de edad tras la muerte de su padre emigró con su familia a Francia, convirtiéndose en Joseph Habierre. Allí se formó como ciclista, se sentía francés y como francés se inscribió en el Tour de 1909 y 1910. Pero seguía siendo español hasta que 1915 consiguió la nacionalidad francesa.




Eran un total de 110 “gigantes de la ruta” esperando ver bajar el banderín amarillo, que daba la salida a la octava edición del Tour de Francia. Comenzó la carrera y los ciclistas salieron disparados.  La primera etapa París-Roubabaix de 272 kilómetros, la gano Faber. Vicente Blanco, tan castigado por el viaje desde Bilbao, no pudo con la dureza de los estrechos  tramos de pavés, el polvo, la arena, el barro y las numerosas  caídas en las que se vio implicado,  conjunto de circunstancias adversas que le hicieron  llegar  fuera de control.




Su participación en el gran bucle no fue gloriosa, pero sin darse cuenta la gloria ya la había alcanzado al tener la valentía de  coger su bicicleta y pedalada a pedalada, kilómetro a kilómetro, cubrir la distancia que separaba su Bilbao natal de París y tomar la salida en el Tour. Gesta épica que forma parte de los anales  de nuestro ciclismo.

Después de las 15 etapas vibrantes, 41 sobrevivientes llegaron a París. Ganó Lapize por delante de Faber  y  Garrigou, e hizo historia dejando la primera hazaña ciclista en  los Pirineos y el grito de “¡asesinos!” que aun resuena en la cima del Aubisque.




El Cojo nunca más volvería al Tour, pero si a correr vueltas por etapas. El 8 enero de 1911 después de tres etapas con  frío intenso, lluvia y una carretera en pésimo estado, logró el tercer puesto en la primera edición de la Volta a Catalunya y siguió disputando carreras, entregado al esfuerzo y siempre luchando por los primeros puestos, hasta 1913, año en el que se retiró con la satisfacción del sueño cumplido.




El resto de su vida la pasó dedicado a su trabajo como transportista y a su familia, su mujer Amalia y sus hijastros Juanito y Paquita. Vicente Blanco “El Cojo”, enfermó de próstata, y murió a los 73 años de edad, el 24 de Mayo de 1957.




Como escribió  Miguel Artamán “El paso de los ciclistas en pelotón por una población es cosa de un minuto, pero su estela es infinita”.





El próximo 17 de Mayo en memoria  de Vicente Blanco, realizaremos el  mismo recorrido entre Bilbao y París 100 años después de su participación en el Tour de Francia de 1910. Saldremos en bicicleta desde el Ayuntamiento de Bilbao con destino a la sede del periódico L’Equipe en Paris, donde entregaremos la historia de este ilustre deportista, recordando que por muy duro que sea el camino hacia un sueño, con esfuerzo, constancia  y valentía se puede conseguir. “Que su estela sea infinita”.

Bibliografía.
“El Cojo”Campeón, Manuel Aranaz Castellanos, El Cuento Semanal, Madrid
1911.
Crónicas de Bilbao y de Vizcaya, Imanol Villa, El Correo, Bilbao 2004.
100 Años de Tour, Un Ciclista con Garra José Antonio Díaz, El Mundo.es, Madrid 2003.
Plomo en los Bolsillos, Ander Izaguirre, Pearson, Madrid 2005.

sábado, 24 de abril de 2010

Tras la huella de Vicente Blanco "el Cojo"

Tras la huella de 'el Cojo', primer vasco del Tour

Gonzalo Melero, descendiente de Vicente Blanco, pedaleará de Bilbao a París un siglo después

24.04.10 - 02:47 - J. GÓMEZ PEÑA | BILBAO.

Hay dos bicicletas en el álbum fotográfico de la familia Blanco. Una es de Vicente Blanco, 'el Cojo', el primer ciclista vasco que participó en el Tour (1910). Es de hierro, de casi veinte kilos, sin cambios. Y de dos colores: blanco y negro, como la fotografía, como la aventura entonces. La segunda instantánea es reciente, del pasado miércoles y tomada en la Cerdaña. Retrata a Gonzalo Melero Blanco, bilbaíno y profesor de snow en la estación catalana de La Masella, sobre una 'Cervélo' de siete kilos, una joya hilada con fibra de carbono. Entre las dos imágenes hay un siglo de distancia. «Yo llevo su sangre», cuenta Gonzalo, que creció oyendo gestas de su tío bisabuelo, 'el Cojo', aquel loco maravilloso que marchó desde Bilbao a París en bicicleta para correr el Tour. «Quiero quitarle el polvo a su historia». Y por eso, el próximo 17 de mayo, en compañía de dos amigos -Óscar Esteban y Dani Suñé-, partirá desde el Ayuntamiento bilbaíno hacia la capital francesa, hasta la sede del diario 'L'Equipe', organizador de la ronda gala. A pedales sobre la huella que cien años atrás dejó otro Blanco.



«Vicente murió en 1957. Enfermó de próstata. Tenía 73 años y llevaba mucho tiempo siendo transportista», recuerda Gonzalo. 'El Cojo' tuvo dos hijastros. «Aún vive uno de ellos, Paquita, que está en Lanzarote. Y un sobrino, Jesús Blanco, que tiene noventa años». A Gonzalo le contaron que 'el Cojo' era «buena persona y un campeón». Dos oros en el campeonato de España. Le dijeron que fue todo un personaje en Bilbao. Un héroe, un torero de la bici. Pero quiso saber más. Y buscó el tacto de todos esos recuerdos. Recuperó en libros y periódicos las piezas de aquella aventura. «Como escribió Miguel Artamán, el paso de los ciclistas por una población es cosa de un minuto, pero su estela es infinita». La recorrerá a partir del 17 de mayo. Siete días en la carretera. Ya en París, entregará en la puerta de 'L'Equipe' la historia de su tío-bisabuelo. 'El Cojo'.
Gonzalo es de Deusto. Jugó al hockey hielo en el Casco Viejo y fichó luego por el Puigcerdá. El Pirineo le atrapó. El imán de la montaña. Hoy es jefe de profesores de snow. Y aventurero a tiempo parcial: «He subido al McKinley, el monte más alto de Estado Unidos. Y en China, al Mustagata, para bajarlo luego en tabla de snowboard». Aunque, para aventura, la de su tío. «La puedo recordar, repetirla es imposible». Gonzalo es de Indautxu. 'El Cojo' nació en Deusto. De padre marinero, enseguida se metió como carbonero en un barco. Al calor claustrofóbico de la sala de máquinas. De ahí, su músculo y resistencia. Las bicicletas eran una novedad en aquel Bilbao, cosa de ricos.
Según 'El Noticiero Bilbaíno', Vizcaya contaba ya con unos 840 kilómetros de carreteras. Rodaba desde 1904 la Sociedad Ciclista Bilbaína, creada en una mesa del 'Café Murga'. De hecho, la sede social quedó ubicada en un armario del bar. El ciclismo era una diversión, mezclaba carreras por el Campo Volantín con meriendas al borde de la ría. Fiesta y pedales. Vicente Blanco, que ya era botero, les veía desde su barca, con la que cruzaba pasajeros a la altura de Olaveaga. Quería una de aquellas máquinas con ruedas. Pero no le salían las cuentas. Cinco céntimos por viajero no daban ni para bicis ni para carne.
La aventura y el hambre
La únicas proteínas que cataba eran las escasas angulas que, candil y cedazo en mano, atrapaba en las bocas de las alcantarillas. Era vegetariano a la fuerza, fibroso por obligación y curtido por penitencia. Y cojo; porque en la siderurgia La Basconia una barra incandescente le dejó un agujero por el que pasaba la luz. Mala pinta para ser ciclista. Pero pudieron más el interés y el hambre. Su proverbial hambre. El ciclismo estaba entonces, a comienzos de siglo, en boga: había apuestas. Dinero, pues; y carne. A pedalear; a comer.
Necesitaba una bicicleta para llenar el plato. Se la compró a una trapera por cuatro pesetas. Barata, pero con las ruedas medio mordidas por mil ratas. Parcheó los desperfectos -llegó a usar como neumáticos las sogas con las que amarraba su embarcación- y vendió el bote, por el que sacó cinco duros, un pantalón de pana, dos camisetas y un reloj de níquel, que fue el cronómetro de sus primeros entrenamientos.
Tras ese giro vital se presentó en la Federación Atlética Vizcaína. Su presencia despertaba primero risa y luego admiración. Cojo y quería ser deportista. Dejaron de carcajearse cuando en una carrera pedestre, pese a su traqueteo, fue segundo. Ganó varias carreras y la Federación, en vista de su éxito, le dejó dinero para correr el Campeonato de España, en Gijón. 'El Cojo' invirtió la ayuda en una chuletada. Siempre el hambre. Tanto comió antes de partir que luego, ya en bici y camino de Asturias, tuvo que parar continuamente para aliviar las tripas. Así y todo, llegó a Gijón a tiempo para la carrera y se proclamó campeón de España. Ganó el título y, lo más importante, 500 pesetas. Pero le criticaron: algunos rivales le acusaron de romper la punta del lápiz con el que se firmaba en el paso intermedio para retrasar a sus competidores. 'El Cojo', para disipar dudas, volvió a proclamarse campeón de España un año después.
El hambre fue siempre su motor. Y también el espíritu de aventura. ¿Por qué no? ¿Por qué no probar eso del Tour? Había leído en el reglamento de la ronda una frase a su medida: 'El corredor sale solo a la aventura'. Sintió la llamada. La de 1910 fue una de las ediciones más brutas de la historia. Incluía el debut de los Pirineos y la tremenda etapa Luchón-Bayona. El Tourmalet, el Aubisque. Lapize, el vencedor, llamó «asesinos» a los organizadores. Hacia allá partió 'el Cojo' desde Bilbao. En su bici, con algo de comida, ningún repuesto y «muchos sueños en el zurrón», dice Gonzalo Melero.
Aguantó una etapa
Llegó a París el 2 de julio, la víspera del inicio de la carrera. Roto. Anémico y con la bici partida. Un mecánico español, Joaquín Rubio, le socorrió. Le prestó otra bicicleta y le ayudó a inscribirse en la Grande Boucle. Con el dorsal 155. Tras sólo unas horas de sueño debutó en la primera y terrible etapa: París-Roubaix, de 272 kilómetros. Sufrió caídas, pinchazos y mil golpes sobre el pavés. Aquel era un ciclismo nocturno. Los ciclista partían de noche, pedaleando sobre el túnel de luz que abrían los coches. Sombras chinas. Mineros sobre ruedas. 'El Cojo' sucumbió. Débil, vacío por el viaje desde Bilbao, llegó fuera de control. Regresó a casa y fue aclamado como un héroe. 'Cocherito', torero bilbaíno, dijo de él: «Aquí tienen al hombre que en su cuerpo reúne más cicatrices que todos los toreros de España juntos».


En primer plano Gonzalo Melero y detrás Oscar Esteban.
Foto Susana Saez

El próximo 17 de mayo, Gonzalo Melero Blanco repetirá ese viaje Bilbao-París en memoria de 'el Cojo'. Cien años después, seguirá su estela. Infinita.

Noticia original :

http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100424/deportes/mas-deporte/tras-huella-cojo-primer-20100424.html

viernes, 23 de abril de 2010

El cojo vuelve a París

El Cojo vuelve a París

El sobrino biznieto de Vicente Blanco cubrirá en bici el trayecto de Bilbao a París como en 1910 hizo el vizcaino para ser en el primer vasco en participar en el Tour

Viernes, 23 de Abril de 2010 

De tanto escucharlo de voz de aitite Jesús, el hijo de Julián Blanco, el hermano de Vicente Blanco, El Cojo, a Gonzalo Melero Blanco, sobrino biznieto de éste y nieto de Jesús -hasta aquí el embrollo genealógico-, se le quedó danzando en la memoria aquel estribillo cargado de la melancolía que sólo los aitites imprimen a sus historias. "Mi tío era un gran campeón", latía la garganta de Jesús; "mi tío era un gran campeón ciclista". Pasó el tiempo y el estribillo siguió bailando. Solo. Siguió bailando. El estribillo: "Mi tío era un gran campeón ciclista". Hasta que a Gonzalo Melero, el nieto maduro ya, le dio por atraparlo, sentarlo y encuestarlo. ¿Quién era aquel tío? ¿Quién era Vicente Blanco? ¿Qué hizo para ser tan recordado? Y el aitite, 90 años hoy, sólo sabía recitarle el estribillo, lo del campeón ciclista. Poco más. Pero la curiosidad del nieto era ya un monstruo insaciable que corría desbocado, cuesta abajo y sin frenos.



"Contacté con Paquita, una hijastra de Vicente, melillense de 86 años que vive en Lanzarote. Pero tampoco me contó mucho más. Sólo que era muy buena persona. Ah, y que era un campeón". "No me quedó otro remedio que recurrir a los libros, a las biografías sobre mi tío bisabuelo". En ellas halló lo que buscaba, principalmente, que Vicente Blanco debía su apodo, El Cojo, a dos graves accidentes mientras trabajaba en la siderurgia La Basconia y los astilleros Euskalduna de Deusto que convirtieron sus pies en dos muñones. Supo también que, efectivamente, fue ciclista, un campeón de la época, principios del siglo XX, una celebridad que se plantó una tarde en la Federación Atlética Bilbaina con una bicicleta que compró a unas traperas, un pedazo de hierro sin cubiertas que sustituyó por dos sogas que encontró en el puerto, y dijo: "Quiero ser campeón de ciclismo". Y lo fue. Así lo recuerda Jesús. También fue, sobre todo, el primer ciclista vasco que corrió el Tour de Francia, el de hace un siglo, el de 1910 -el primero del Estado fue José María Javierre, de Jaca, en 1909, aunque aquella gesta pasó desapercibido para la historia durante mucho tiempo porque participó con su nombre afrancesado: Joseph Habière-.

"Aunque sólo disputó una etapa -entre París y Roubaix llegó fuera de control- lo de Vicente fue una osadía, una aventura, algo épico", concede Gonzalo Melero, que hace dos años comenzó a visualizar el viaje que el próximo 17 de mayo emprenderá junto a Óscar Esteban y Dani Suñe: el trayecto de Bilbao a París en bici, 7 días para cubrir 1.100 kilómetros como homenaje a El Cojo. Porque fue precisamente así, en bicicleta, como Vicente Blanco partió de Bilbao a su encuentro con el Tour. "Él iba siempre así a todas las carreras", descubre Melero. "Salió con su bicicleta, sin recambio y un zurrón con algo de comida". Y una recomendación de Manuel Aranaz -su mentor- dirigida a Henri Desgrande, director del Tour. Nada más llegar, el 2 de julio, roto, derrengado, tan derruido físicamente como destartalada estaba su bicicleta, El Cojo fue a la fábrica de bicicletas Alcyon, donde un mecánico español, Joaquín Rubio, le prestó una bici y le acompañó a la sede de L"Auto, diario que organizaba la carrera. "El viaje será un homenaje, pero no una repetición, porque aquello, con una bici de 15 kilos, las carreteras, los inconvenientes de la época que hacían de aquello una auténtica aventura, no se puede recrear". Pedaleará con ellos El Cojo, que volverá a París en forma de libro biográfico que entregarán en la redacción de L"Equipe, el heredero de L"Auto, donde solicitó Vicente Blanco el primer dorsal vasco de la historia del Tour.